Premios y castigos: Hasta dónde resultan efectivos?



"Si comés toda la comida, hay caramelos de premio". Hoy no jugás a la compu porque te portaste mal". No hay padre que no recurra a ellos cuando las palabras no alcanzan para lograr los comportamientos adecuados en los hijos.
Premios y castigos son útiles en la medida en que se apliquen con coherencia y discriminación, es decir, mientras se los tome como instrumentos temporales de obtención de logros y no como un único método.
Un premio es una recompensa por portarse bien, por haber ordenado el cuarto, porque comió toda la comida...Los chicos lo disfrutan al recibirlo y los papás al premiarlos. El riesgo es excederse y que cada buena acción se transforme en una transacción.
La verdadera función de los premios es estimular e incentivar los logros. No está mal recurrir a cosas materiales como una golosina, un regalo o un paseo especial, pero sólo en ocasiones. Una caricia, un beso, un abrazo, una palabra son premios muy estimulantes.
Es importante alternar los tipos de premios, cada tanto se puede recurrir a los previstos, esos que se prometen si se presenta la conducta esperada, y en otra ocasión, sorprender a los chicos con una recompensa imprevista.
Los castigos son indicadores sobre lo bueno y lo malo, una penitencia establece un orden, ayuda a que los chicos registren que un mal comportamiento trae consigo una consecuencia.
Los castigos tienen sus contradicciones y sus efectos secundarios. Si se abusa de ellos, pierden fuerza, producen acostumbramiento y hasta pueden generar el efecto contrario al esperado. Una sanción debe ser clara y firme. Los chicos intentarán zafar de la penitencia con todo lo que esté a su alcance. Pero es necesario ser perseverantes y coherentes,haciendo oídos sordos a las insistencias y berrinches infantiles.
Otro punto fundamental es la coherencia entre los padres, ponerse de acuerdo y cumplir ambos con lo establecido, tampoco es bueno que sea siempre el papá o la mamá quien marca las cosas.
Una penitencia debe ser establecida según la gravedad del hecho y no en función del estado de ánimo de los padres.
En ocasiones los papás dejan pasar ciertas malas conductas porque están ocupados o de buen humor, y de repente un hecho menor hace que reaccionen cobrando todas las faltas anteriores. Con una penitencia desproporcionada, injusta o absurda se pueden generar sentimientos de aversión o resentimiento. Es necesario poner límites a tiempo que llegar al punto en que el castigo sea inevitable.

No hay comentarios.: