Dedos exploradores


En la segunda mitad del primer año surge en el niño un nuevo interés en sus juegos: ha descubierto que algo hueco puede contener objetos, que algo puede entrar en un hueco. Juega incesantemente a eso.

Pasa así a explorar absolutamente todo; los ojos; los oídos; las bocas de las personas que están cerca, le permiten hacer sus primeras experiencias de exploración. Sus objetos preferidos son pequeños: son herederos de sus dedos exploradores.
Luego de realizar estos juegos con su cuerpo y con los de las personas que lo rodean, todo es objeto para jugar.
Entre los ocho y doce meses las diferencias anatómicas de los sexos se manifiestan en los juegos. La niña prefiere depositar objetos en un hueco, sus juegos repetirán esta experiencia; en cambio el varón, elige aquellos juguetes con los que pueda penetrar.
Por otro lado, a esta altura, el niño se desplaza en el espacio circundante gateando. Su campo de acción se amplía y comienza una paciente exploración de los objetos.
Ya al final del primer año,
ponerse de pie y caminar le permitirán alejarse voluntariamente de los objetos y reencontrarlos.
En el aprendizaje de la marcha no hay nada que reeemplace a los brazos de la mamá.

LA PRESENCIA DEL PADRE



La pérdida del vínculo único con la madre y la necesidad de un tercero determinan una nueva primacía de necesidades en la vida del niño: ya no le basta su madre para el desarrollo, necesita un padre. Pero no es suficiente la presencia del padre para el niño, también es necesario que aquél encuentre una forma de comunicación con él que responda a las necesidades de paternidad del pequeño, que, si bien se parecen a las de maternidad, tienen matices diferentes.
Un padre que puede bañar al hijo, darle alimento, jugar con él, salir con él, es importante. Lo es más aún el rol que cumple reforzando su unión con la madre y ofreciendo al hijo la pareja como fuente de identificación.
Si el hombre o la mujer no pueden superar su rivalidad frente al hijo, y sienten que al dar afecto al niño están impidiendo que el otro lo exprese, pueden inhibirse en sus funciones.
Las consecuencias de la carencia paterna son tan graves como las de la materna.

EL NIÑO EXPERIMENTA


también mediante movimientos. Descubre que al golpear un objeto también puede producir sonidos. Sabe que un cuerpo que cae, una puerta que se cierra de golpe, producen sonidos; todos le interesan y muchos de ellos lo sobresaltan. Trata de reproducirlos para vencer el miedo y el sonajero le sirve para repetir estas experiencias. Es algo fuera de su cuerpo, que simboliza a su madre y que él maneja con su mano. Lo chupa, lo explora, lo muerde y va reproduciendo experiencias que lo tranquilizan.
Lo golpea contra los barrotes de su cuna, lo tira contra el suelo. Cuando arroja los juguetes al suelo espera que se los devuelvan. No actúa para controlar al adulto, este juego es necesario, el niño experimenta así que puede perder y recuperar lo que ama.
Entre los cuatro y seis meses
el niño entra en posesión de diversos modos de elaborar la angustia de pérdida. A través de sus juegos intuye, experimenta y elabora que las personas pueden aparecer como desaparecer. Expresa esto en su mundo lúdico. Reclama con urgencia incontrolable la presencia de sus verdaderos objetos: los padres. Llora y se llena de rabia si no lo consigue, si no se lo comprende, no es necesariamente alimento lo que reclama: su madre es algo más que lo que calma el hambre, es una voz, un contacto, una sonrisa, la necesita simplemente para saber que no ha desaparecido; el temor a su pérdida es la angustia más intensa a esa edad; toda su vida emocional está marcada por ella. Ha empezado el doloroso proceso de abandonar la relación única con su madre y aceptar en forma definitiva la presencia del padre. Sus tendencia destructivas se incrementan cuando aparece el diente, instrumento que puede usarse para morder. Con la aparición de los dientes, el desprendimiento hasta entonces fruto de la fantasía, se convierte en realidad.

JUGAR


a las escondidas es la primera actividad lúdica del bebé y en ella elabora la angustia de desprendimiento, el duelo por un objeto que debe perder. A los cuatro meses el niño juega con su cuerpo y con los objetos; desaparece tras la sábana y vuelve aparecer; de este modo el mundo se oculta momentáneamente y vuelve a recuperarlo cuando sus ojos se liberan del objeto tras del cual estaba escondido. También juega con sus ojos: al cerrarlos y abrirlos tiene el mundo o lo pierde.
También con él algo aparece y desaparece: los sonidos. Es capaz de repetirlos una y otra vez; los escucha y su expresión cambia. Esos sonidos llamados laleos son su primer intento de expresión verbal. Como la palabra, comienzan por ser un objeto concreto para su mente, y también con él puede jugar. Su repetición es un juego verbal, puede hacer con los sonidos lo que ya experimentó con los objetos.

Contacto madre y bebé


Es imprescindible que la piel de la madre esté en contacto con la piel del bebé desde los primeros momentos; esto prepara al niño para un buen desarrollo.

La pérdida de la experiencia de estar adentro del vientre materno se mitiga con un buen contacto físico, el cual, justamente, le permite elaborar la pérdida. Esta relación física es totalmente necesaria luego del nacimiento, y sólo de manera gradual podrá ser reemplazada por otras formas de contacto.

La carencia de esta relación satisfactoria trae como resultados trastornos en el contacto con la realidad y lo predispone a enfermedades de la piel.

Cuando el bebé nace....


necesita adaptarse a un mundo nuevo,
al cual deberá conocer y comprender. Sus capacidades
perceptivas van forjando una
noción de ese mundo, pero su incapacidad motriz
limita su posibilidad de exploración.
Muchos de sus intentos de explorar se hallarán en la base
de su futura actividad de juego.
Desde su nacimiento el interés del niño se centra
casi de modo exclusivo en su madre.
A los pocos días de su vida es capaz de reconocerla
por la voz y por el olfato.
Ya al nacer sabe mucho sobre ella: puede reconocer
entre muchos otros el ritmo de su corazón,
al que se habituó durante
los nueve meses en que vivió dentro de ella.
La vista se desarrolla desde el primer momento;
puede fijar los ojos en un objeto
y distinguir la luz de la sombra.
Su capacidad de gustar y reconocer los sabores es muy notable
ya desde las primeras horas de vida, y todas estas experiencias
van configurando
en su mente la imagen de la madre.

El niño trae al nacer


la expectativa de qué tipo de madre
le vendrá al encuentro. Si se combinan ese hijo
que necesita madre con una madre
dispuesta a entregarse, se da la gozosa experiencia
de una maternidad feliz.
Lo mismo ocurre con la paternidad, porque con la misma
intensidad con que el niño necesita una madre al nacer,
precisará del padre, cuando, aproximadamente
en el cuarto mes de vida, se va separando
de la madre y en especial de la relación única con ella.
Encontrar al padre no sólo significará
poderse separar bien de la madre sino también hallar
una fuente de identificación masculina
imprescindible tanto para la niña como para el varón,
porque la condición bisexual del hombre
hace necesaria la pareja padre
y madre para que se logre un desarrollo armónico
de la personalidad.
Una maternidad y paternidad buena y sana permiten al niño
superar gran parte de las dificultades inherentes al desarrollo.
A partir
de la concepción
del niño la situación de la pareja
frente al hijo es diferente. La madre siente
que se enriquece
con algo que está creciendo
dentro de su cuerpo y en cambio el padre se siente,
de algún modo, excluido.
El hijo rompe la relación única de la pareja
y a partir de ese día es necesario aceptar
la inclusión del tercero,
lo que no siempre resulta fácil.
Fuente: Arminda Aberastury

LA VIDA PSÍQUICA DEL NIÑO



Es habitual un determinado juego a los cuatro años? Responde a su edad cronológica? Qué es adecuado regalarle a un bebé de ocho meses? Es posible, para evitar celos, hacer el mismo regalo a un hijo de dos años que al de cuatro? Por qué no juegan algunos niños? Por qué sólo pueden jugar con un juguete determinado y a un solo juego con gran monotonía? Por qué hay otros niños cuya actividad es puramente motriz, que se mueven durante todo el día pero cuyo movimiento es un verdadero juego?


A qué edad aparece el primer juego?...Por qué a una determinada edad, en un niño de desarrollo normal, siempre aparece el mismo juego, el de las escondidas por ejemplo, que es idéntico en todas las partes del mundo y se inicia entre los cuatro y cinco meses? Por qué aparece éste juego y no otro a una edad determinada, por qué hay niños en los cuales no aparece y éstos siempre presentan trastornos.


Al decir de Freud, un niño juega no sólo para repetir situaciones placenteras sino también para elaborar las que le resultaron dolorosas o traumáticas.


Siguiendo a la fascinante Arminda Aberastury, dice, "para mí el descubrimiento fundamental fue que todo bebé pasaba, entre los siete y doce meses, por un período en el que la genitalidad era muy importante y tenía sus formas de descargas adecuadas. Entre ellas, una de las más significativas era el juego, pero no un juego cualquiera, sino uno muy específico: meter y sacar cosas, llenar contenidos con pequeños objetos, explorar agujeros..."


El juego ofrece al bebé una larga serie de experiencias, el juguete posee muchas de las características de los objetos reales, pero por su tamaño, por su condición de juguete, por el hecho de que el niño ejerce dominio sobre él porque el adulto se lo otorga como algo propio y permitido, se transforma en el instrumento para el dominio de situaciones penosas, difíciles y traumáticas. Por otra parte, es reemplazable y le permite repetir a voluntad situaciones que le resultaron placenteras o dolorosas pero que no puede reproducir por sí solo en el mundo real.


Freud fue el primero en descubrir este mecanismo psicológico del jugar cuando interpretó el juego de un niño de 18 meses. El pequeño hacía aparecer y desaparecer un carretel, tratando así de dominar su angustia frente a la aparición y desaparición de su madre, simbolizada por el carretel, y al mismo tiempo echarla sin peligro de perderla, el carretel volvía cuando él lo deseaba.

Al jugar el niño desplaza al exterior sus miedos, angustias y problemas internos, dominándolos mediante la acción. Repite en el juego todas las situaciones excesivas para su yo débil y esto le permite, por su dominio sobre objetos externos y a su alcance, hacer activo lo que sufrió pasivamente, cambiar un final que le fue penoso. Puede repetir muchas veces esa experiencia, puesto que el psiquismo dispone de una capacidad denominada "compulsión de repetición" que impulsa a la persona a reiterar las situaciones no elaboradas y tiende a que pueda llevarlas cada vez más a la conciencia.
A través de la actividad lúdica el niño manifiesta sus conflictos y de este modo podemos reconstruir su pasado, así como en el adulto lo hacemos a través de las palabras.

Huizinga en su libro sobre el juego dice que éste se halla en la base de la cultura, Arminda Aberastury agrega que el juego del primer año de vida da las bases del juego y las sublimaciones de la infancia, y no sólo eso, sino que conduce al juego de amor.