El niño trae al nacer


la expectativa de qué tipo de madre
le vendrá al encuentro. Si se combinan ese hijo
que necesita madre con una madre
dispuesta a entregarse, se da la gozosa experiencia
de una maternidad feliz.
Lo mismo ocurre con la paternidad, porque con la misma
intensidad con que el niño necesita una madre al nacer,
precisará del padre, cuando, aproximadamente
en el cuarto mes de vida, se va separando
de la madre y en especial de la relación única con ella.
Encontrar al padre no sólo significará
poderse separar bien de la madre sino también hallar
una fuente de identificación masculina
imprescindible tanto para la niña como para el varón,
porque la condición bisexual del hombre
hace necesaria la pareja padre
y madre para que se logre un desarrollo armónico
de la personalidad.
Una maternidad y paternidad buena y sana permiten al niño
superar gran parte de las dificultades inherentes al desarrollo.
A partir
de la concepción
del niño la situación de la pareja
frente al hijo es diferente. La madre siente
que se enriquece
con algo que está creciendo
dentro de su cuerpo y en cambio el padre se siente,
de algún modo, excluido.
El hijo rompe la relación única de la pareja
y a partir de ese día es necesario aceptar
la inclusión del tercero,
lo que no siempre resulta fácil.
Fuente: Arminda Aberastury

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, me encanta el blog, en su totalidad es muy interesante y completo.Me parece de mucha utilidad la información que brinda.En cuanto a esta nota, pienso que es verdad que no sólo los padres tienen una expectativa acerca del hijo por venir.Y cuando se conjugan las necesidades del bebé, y la actitud de los padres para satisfacerlas, resulta un niño feliz, que será un adulto más seguro de sí.
Carolina