Tazas, platos,

ollas, sartenes, cubiertos, sirven para recibir y dar alimentos. Esta experiencia de alimentar y ser alimentado condensa también experiencias de pérdida y recuperación.
A los dos años aproximadamente, comienzan a interesarle los recipientes, que utiliza para trasvasar sustancias de un lugar a otro. Esta actividad lúdica espera y necesita la enseñanza del control de esfínteres, es decir, adquirir la capacidad de entregar a voluntad los contenidos del cuerpo.
Desde muy pequeño,
la imagen que aparece y desaparece ha ocupado su vida mental. El hecho de que la imagen -tanto la externa como la propia- sea fugitiva, lo angustia. Pero alrededor de los dos años descubre cómo recrearla y retenerla mediante dibujos, y de este modo disminuye la angustia. Comienza el niño a explorar su cuerpo, para interesarse luego en los objetos inanimados; también cuando dibuja, es el cuerpo su primer interés.
La casa, que lo simboliza, será luego el objeto central de sus paisajes.
Todos aquellos juguetes que por su sencillez facilitan la proyección de fantasías son los que tendrán más posibilidades de ayudarlo en la función específica del juego, que es la de elaborar situaciones traumáticas.

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